Cómo por casualidad, una tarde llegó a mi El Mozárabe, de Jesús Sánchez Adalid. ¿Cómo no había oido yo hablar antes de él, cuando parece ser un autor prolífico? EL caso es que yo buscaba algo medieval, basado en la península. Es más, yo quería leer algo sobre Córdoba. Esa mezcla, medieval, Córdoba, me llevo hasta El Mozárabe.

Hago mi búsqueda por internet, Amazon es el primer lugar donde miro. Encuentro varios títulos que me parecen interesantes y los apunto. Pero descubro que me cobran gastos de envío, y antes no lo hacían. Pues nada, bajo yo directamente a la librería, y además así colaboro con la economía del pueblo. Al librero le digo el nombre de varios títulos. Y como no quiero gastar mucho, me decido por El Mozárabe, edición de bolsillo y a un precio irrechazable. ¡Y tan de bolsillo! El libro te cabe en la palma de la mano. Las hojas son más finas que las de aquellos misales antiguos que se utilizaban cuando aún se daban las misas en latín. El librero pensó que no lo querría. ¡Al contrario! A mi me gustan así, parecen de juguete y los llevo mejor a la playa.

Después de la hazaña para conseguirlo, empiezo a leerlo. Fácil lectura, capítulos cortos, descripciones de una Córdoba maravillosa. Me pica la curiosidad.

El emir de Córdoba Abd-alRahman III se erige en califa, y la España musulmana comienza una etapa de gran esplendor. En ella coinciden Asbag, erudito mozárabe y viajero incansable, y el musulmán Abuámir, que se perfila como el segundo hombre más importante del califato y llegará a ser el legendario Almanzor

Almanzor. ¿Pero ese no era un temible musulmán que dirigía un ejército? Investigo. Y voy y me destrozo el argumento del libro. Por tonta, por investigar antes de terminármelo. Ya conocía el final. Aún así seguí leyendo y descubriendo elementos de la historia medieval que se repiten en la contemporánea.

Al-Andalus, lo que es más o menos nuestra Andalucía, desde el año 711 comienza a tener raíces musulmanas. Antes habían sido cristianas. Como lo fueron después de 1492, tras la conquista de Granada. Esa es la historia que yo estudié en el colegio y en el Instituto. Acostumbrada a leer sobre una Edad Media diferente, (estilo Aguila Roja), me encuentro con una Edad Media llena de hombres con turbante y anchos ropajes y muecines llamando a la oración.

Y con un período muy concreto (960), el de Abd-al-Rahman III, una ciudad erigida ya como Califato, y una tolerancia inusitada antes y después de este periodo entre las tres religiones del libro: musulmana, judía y cristiana. Entonces reflexiono. ¿Porqué no será ahora así?

Pienso en el ejemplo de El Cairo, en las iglesias cristianas quemadas. Esa intolerancia de unas religiones hacia otras me supera. Sobre todo porque si hay Dios ¿no será el mismo con diferentes nombres? Dudo que un padre quiera que sus hijos se peleen en su nombre.

… Se trata de la epístola cuarta de Hermanos de la pureza, un libro de sabiduría que he recibido recientemente desde Basora. Dice así:

Los hermanos no deben oponerse a ciencia alguna, ni rechazar libro alguno, ni ninguna doctrina; pues nuestra opinión y nuestra doctrina integran todas las doctrinas y resumen todas las ciencias… 

-¿Quiere ello decir que todas las doctrinas son válidas?- Le preguntó Asbag

– No exactamente. Lo que quiere decir es que el único método para llegar a la verdad suprema consiste en conocer cuanto más mejor, sin rechazar nada.

Me quedo con además con una de las mejores inmersiones en Córdoba, la transmisión de olores y sabores. Te invita a averiguar más de esta espléndida ciudad a orillas del Guadalquivir. A escuchar su acento, su seseo suave y el bailar de sus palabras.